El Banco Interamericano de Desarrollo (B.I.D.) publicó un libro con el
nombre Desconectados en el que se analiza la educación en América Latina entre
los años 2009 y 2010, con el fin de echar luz sobre sus más hondas problemáticas
y cómo estas afectan a la juventud en el momento de insertarse al mercado
laboral.
Los porcentajes aportados por el B.I.D., tales como 15% de desocupación
promedio entre los jóvenes con edad para cursar en la universidad y un 50% de
los egresados de secundaria con empleo informal, parecen contradecir otros en
apariencia altos en lo que tiene que ver con índice de alfabetización, pero luego
concluye diciendo que se trata de cantidad mas no de calidad en la educación. No
es sorprendente entonces si se afirma que el futuro de los jóvenes estudiantes
no es el más favorable.
En procura de una solución el BID apunta al desarrollo de las capacidades
socioemocionales – tales como las que le permiten al individuo desenvolverse en
diferentes grupos que integren, su capacidad de liderazgo y de relación con
terceros; estrategias metacognitivas o capacidad para organizarse y planificar
actividades; y autoeficacia o capacidad de percibirse a sí mismo como un
estudiante o trabajador eficaz – más que las cognitivas; habilidades estas que
más que en la educación formal conforman una batería de capacidades que las
personas aprenden en la práctica dentro y fuera de las instituciones
educativas. Aún así, apunta a que en el caso de las instituciones educativas
formales serían las que brindan cursos más técnicos que académicos – en el caso
de Uruguay la U.T .U.
– las que responden y las que favorecerían con mayor eficacia a la necesidades
del mercado laboral dentro de esta realidad que atraviesa el continente.
Daniel Esmoris
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