Pareciera que el
consumismo se volvió algo normal en la sociedad en la que se vive. Los
individuos del siglo veintiuno se volvieron vulnerables frente a la cultura del
“comprar por comprar”.
Existen cientos de
publicidades por día que incitan al consumismo, a comprar cosas que realmente
no se necesitan. El problema se produce,
cuando esa necesidad por adquirir cosas se vuelve cada vez más grande e
insostenible. A la persona le es imposible controlar el impulso y a su vez esa
acción luego genera un sentimiento de culpa y hasta problemas en el ámbito
familiar y económico, generándose así una adicción.
Si hablamos de
adicción entonces estamos frente a una enfermedad, es decir una discapacidad
involuntaria. Una adicción es el hábito que domina la voluntad de una persona.
Se trata de la dependencia de una sustancia, una actividad o una relación.
Las adicciones
controlan los pensamientos y comportamientos de las personas, queriendo solo
conseguir la cosa deseada. Los factores que pueden llegar a desencadenar un
comportamiento de este tipo son de
carácter psicológico y social. También parecen tener una incidencia notable los
aspectos biológicos y genéticos del individuo. En este sentido hay varios
estudios que vienen a demostrar la existencia de ciertos cambios
neuroquímicos aplicables a
las personas con desórdenes adictivos.
La compra irreflexiva se convierte en una adicción cuando, la necesidad por comprar se convierte en una obsesión por comprar cada vez más y más. La persona que presenta una personalidad adictiva al consumismo se ve atrapada en un círculo del consumo de donde no le es fácil escapar.
La compra irreflexiva se convierte en una adicción cuando, la necesidad por comprar se convierte en una obsesión por comprar cada vez más y más. La persona que presenta una personalidad adictiva al consumismo se ve atrapada en un círculo del consumo de donde no le es fácil escapar.
La
tolerancia se vuelve cero y el individuo necesita volver a comprar para sentir nuevamente
esa emoción de agrado y satisfacción
producida por la compra anterior. La abstinencia y pérdida de control también
juegan un papel muy importante ya que son signos vitales de este tipo de
enfermedad.
Detrás
de esta acción adictiva hay una gran insatisfacción personal así como también
una baja autoestima por parte de la persona. La oniomanía (palabra que proviene del griego y que significa “locura por
comprar”)
reina en un mundo peligroso, en donde continuamente se ofrece la felicidad y el
éxito a través de miles de productos, dejando al adicto débil y frágil frente a
la compra.
Los
especialistas estiman que una persona que sufre de oniomania tarda 10 años en
acudir a una terapia. Cuando el consumo se transforma en
una adicción, puede provocar dificultad para respirar, mareos, sudoración y
ataques de ansiedad si la persona, por alguna razón, no consigue comprar.
El
consumo se ha convertido en un arma indispensable frente al otro, es un
elemento de significación social. Se necesita comprar para ser mejor, más
admirado, para en definitiva: ser alguien. La felicidad depende de lo que se
compra y ser envidiado es tener el éxito casi asegurado.
El consumo excesivo es algo que nos puede suceder a todos y del cual nadie está
libre ya que la cultura y la presión social son enormes. Si se detecta algún
rasgo de esta adicción es necesaria la atención por parte de un especialista, aunque
muchos aseguran que el reto fundamental se encuentra en el control y no hacer
del consumo un fin sino un medio.
Gabriela
Bachini
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