sábado, 5 de mayo de 2012

Opinión - Eugenia Dudok


La pasarela y sus modelos: ¿gajes del oficio? Es real que en Uruguay, el rubro del modelaje no tiene un papel tan preponderante como lo es en otros países de la región. Sin embargo, hay muchas chicas jóvenes y lindas dispuestas a hacer todo lo que se les pide con tal de ser tapa de revista.
            Este tipo de actividades, exige en muchos casos, grandes cantidades de tiempo para lograr estar dentro de las tallas y peso idealizados. Nuestra sociedad exige y abala determinados prototipos de belleza, como los famosos “90,60,90” o los pesos que están muy por debajo del promedio de la tabla del peso ideal.
            Cabe destacar que, cuando hablo de una sociedad que abala las circunstancias que arrastran consigo cientos de consecuencias, perjudiciales para la salud de quiénes las viven, hablo de una sociedad meramente individualista. Una sociedad que acepta prototipos y estereotipos físicos, sin mucha profundidad intelectual y mucho menos espiritual. En donde el eje central es “ser lo que me dicen” y no “lo que yo elijo”.
            Muchas personas, sin importar sexo, edad o profesión, se ven influenciadas por el prejuicio del que ser modelos trae consigo parte de la felicidad. Felicidad que es anhelada por todo ser humano, algunos teniendo esto mas presente que otros, pero que en definitiva se ven “pautados” por ciertos códigos sociales.
            Considero este, un pensamiento erróneo y poco acertado de lo que en realidad sucede. Como en estos días, la felicidad es vista como el ser centros de atención, popularidad y sin lugar a dudas lujuriosos, pertenecer o tener algún vínculo al ambiente de la pasarela incrementa el número de afines.
Este es un pensamiento muy popular, que se basa en mostrar lo que la gente quiere ver. Es difícil tener claro cual es el relacionamiento entre las modelos y sus instructores en el entretelón de las pasarelas. Allí son preparadas con los profesionales más calificados en vestuario, maquillaje, peluquería y estética, y es en ese momento que ser la más bella o desfilar con la prenda más codiciada se vuelve de vital importancia.
Existe una fuerte competencia en cada instancia de la pasarela y seguramente se nota más que en el resto de los ambientes, porque los efectos son más visibles. Un claro reflector de ello es el caso de los tantos vestidos que han sido rasgados antes de ser lucidos, con tal de que la destinada no logre enseñarlo al público deseoso.
Por supuesto que no todo queda entre modelos y formadores, sino que estas situaciones afectan de manera directa a las chicas que se exponen a este ambiente. Hay varios aspectos que se desconocen hasta el momento en que se enfrentan con este contexto, y es aquí cuando provoca grandes motivaciones y frustraciones al mismo tiempo. Porque se cautivan ante tantas maravillas que difícilmente logran evaluar las consecuencias inmediatas.
Es posible que estas ideas resuenen en la mente de muchos lectores, pues es un tema relevante en la sociedad por la influencia que puede llegar a tener en nosotros. El ser más o menos sensibles como personas pueden condicionar la incidencia de los parámetros sociales frente a las personas susceptibles a estos.
Y más aún, con las modelos. Ellas son una cuota pequeña de la sociedad que se ve expuesta a sufrir trastornos alimenticios, más conocidos como anorexia y bulimia. Enfermedades que nacen de la necesidad de verse extremadamente delgadas y sin tomar mucho cuidado de lo que esto significa, continúan empeñadas en conseguir su objetivo.
Queda en evidencia que, la sociedad y sus costumbres dan lugar a muchas deformaciones de lo que significa verse y sentirse bien. Por lo que se enfrentan a códigos impuestos; cada individuo se ve obligado a decidir regirse o no por ellos, para “ser normal”. No hay que perder de vista que el hecho de ser normal no quiere decir que este bien. Y con esto digo, que en muchos casos somos responsables de los problemas sociales a los que nos enfrentamos, porque permitimos que esto pase.
Entonces la decisión de aparentar algo, que en muchos casos no existe, y destruir al otro si es posible para obtener ese lugar, ¿es otro gaje del oficio? En que mundo queremos estar, si para formar parte de la sociedad actual debemos pasar a ser títeres con muchos hilos que nos atan.

Eugenia Dudok

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