Montevideo
recibe cada año una nueva generación de jóvenes uruguayos que emigran desde sus
ciudades natales para continuar sus estudios, más precisamente comenzar la
Universidad.
Esto es
un cambio importante en la vida de cada uno de ellos, desprenderse de su
familia, de sus amigos, costumbres, su ciudad, pero sobre todo enfrentar una
nueva vida. Una rutina diferente, en una ciudad muy distinta a la que ellos
provienen. Generalmente estos factores influyen y hacen un poco complicada la
adaptación a esa nueva etapa.
Los
hogares estudiantiles son un fenómeno impactante si lo relacionamos con ese
tema, desde hace ya varios años es cada vez más común la existencia y creación
de los mismos. En Montevideo existen hoy en día muchos hogares de este tipo,
también llamados “residencias estudiantiles” aunque la palabra hogar suena más
cálida, mas familiar.
Diferentes
empresas como ANTEL, CONAPROLE, fábricas textiles e incluso los propios departamentos
(Tacuarembó, Colonia, San José, entre otros) cuentan con estos organismos que
brindan un hospedaje a muchos estudiantes y además ofrecen otras cosas
importantes para la vida de cada joven. Cada uno se regula a su manera, con sus
respectivas autoridades, reglamentos, sanciones y beneficios al igual que
varían los requisitos para ingresar y formar esa “mini comunidad”.
La
experiencia de vivir en un hogar según afirman la mayoría de los jóvenes que
han podido hacerlo, es realmente excepcional e inolvidable. Es un lugar donde
se encuentra además de un techo y comida, una contención afectiva muy
importante, encuentran quizá un cariño o un apoyo que en su familia se
ausentaba. El modo de vida cambia totalmente, pasar de un núcleo familiar
estándar, a vivir con 30 personas o incluso más, es algo que de lo que
inevitablemente se aprende, y mucho. Los vínculos que se forman son muy
fuertes, de esas experiencias nacen relaciones únicas, parejas, amistades para
toda la vida, y sobre todo recuerdos y anécdotas imborrables.
Como
estudiante y perteneciente de un hogar que soy, puedo asegurar que es una de
las mejores cosas que puede experimentar cualquier adolescente que se encuentre
en la misma situación. En un proceso difícil para cada uno de nosotros,
encontrar un grupo de personas con diferentes costumbres, maneras de pensar,
distintas filosofías de vida, es algo muy raro y a la vez impresionante. Llegar
a sentirse parte de una familia, contar con ese afecto tan especial, vivir esos
momentos únicos, que son propios de la edad también, es una experiencia
adecuada para vivirla en esta etapa, en el momento en el que intentamos dar el
paso a la adultez. Y enfrentar ese cambio que a veces se nos hace tan difícil,
dejar el pasado atrás para poder asumir el presente y mirar el futuro con
optimismo.
Sonia Villa
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